Claves de la semana pasada
Banif.- Positivas señales desde el frente macro en EEUU, a través de la consolidación de la confianza empresarial (índice ISM manufacturas) en máximos del actual ciclo y de la ganancia de tracción del mercado laboral (+216.000 empleos netos en marzo y reducción de una décima de la tasa de paro, hasta el 8,8%)
Ponemos foco en...
Finaliza el 1T11, con un velo geopolítico –particularizado en el seísmo en Japón y el conflicto bélico en Libia- que se ha encargado de tapar en las últimas semanas un trasfondo macro que sigue siendo constructivo en el conjunto de la economía global.
Aunque aún es pronto para hacer una estimación más o menos certera del impacto en términos de coste sobre el PIB y de crecimiento económico a nivel local del terremoto acaecido el pasado 11 de marzo en Japón y de la posterior crisis nuclear, lo que sí parece probable -siempre que este último punto no adquiera tintes todavía más dramáticos- es que los efectos sobre el crecimiento del PIB mundial vayan a ser reducidos.
Es cierto que Japón es la tercera economía del mundo por tamaño (representa casi un 9% del PIB global), pero no lo es menos que su relativamente bajo grado de apertura limitaría la repercusión negativa de un drenaje en su ritmo de crecimiento, como consecuencia del terremoto, sobre el resto de economías.
Y es que las importaciones de Japón sólo equivalen al 10% de su PIB y al 4% del total de importaciones a escala mundial. Además, cuando Japón pase de la fase de “desastre” a la fase de “resurrección” –en torno a mitad de año, si no antes- es presumible que el crecimiento global adquiera cierto impulso por las tareas de
reconstrucción, aunque sea reducido. Por tanto, nuestra previsión de crecimiento del PIB mundial para 2011 se mantiene inalterada (4,3% promedio anual) frente al contratiempo nipón. En relación a las tensiones en el Norte de África y Oriente Medio, y su traducción lógica en clave de encarecimiento del petróleo, los avances que en materia de eficiencia energética han logrado en las tres últimas décadas la mayor parte de las economías desarrolladas limitarían el impacto de la subida del crudo sobre el crecimiento, siempre y cuando no se produzca una apreciación adicional, que a priori sólo tendría lugar si las tensiones sociales se extendieran a los principales países productores de la zona, con Arabia Saudita a la cabeza.
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